El diagnostico de autismo, es cada vez más frecuente en la niñez, desde hace años, los porcentajes de niños con autismo ha crecido de manera exponencial, por ejemplo hace 30 años había un niño con autismo cada 1.000-1.500, en la actualidad las estadísticas son: un niño cada 68.
¿Cómo explicar esto?
No hubo unos cambios genéticos significativos en la especie humana, ni tampoco en la subjetividad actual. Hay muchas hipótesis que se ponen en juego. Están las que ponen el acento en los factores genéticos, hay quienes lo hacen en los factores ambientales, y otros en una combinación de ambas.
Otras voces hablan, de que los criterios de este diagnóstico se ampliaron. Por ejemplo en el DSM V (es el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, publicado por la APA, American Psychiatric Association), lo nombra como el Trastorno del espectro autista T.E.A, lo que era antes (en la anterior versión del DSM IV), el Trastorno Generalizado del desarrollo T.G.D.
Más allá de esto, es evidente que el autismo, en el sentido de la causa, esta sobredeterminado, es decir, por el momento no hay cura, solo hay tratamientos posibles.
Con respecto a esto último, les voy a proponer un criterio para precisar que es lo que cada disciplina y tratamientos efectivamente trata.
Sentido y efecto van de la mano; según como se nombre, como se lea lo que hay que tratar, es como el terapeuta va a intervenir.
Si bien las políticas de salud apuntan a determinado tipos de terapias, según el diagnóstico del niño, por mi experiencia, no existe una sola manera de abordarla y los padres en general recorren un camino particular en la elección de los profesionales y disciplinas, un recorrido, que no es fácil y requiere de mucho esfuerzo y de tomas de decisión.
Voy a ubicar en dos campos, los posibles tratamientos para niños con autismo:
Están las terapias que utilizan algunos de estos términos: rehabilitación,
adquisición, aprendizaje, asimilación, curación, tratamiento, déficit.
Las llamo: las terapias de lo normativo, que definen al paciente, el padecimiento y el tratamiento a realizar. Tomando en cuenta “la norma”, es decir un modelo a seguir, un para todos.
Hay otras terapias que hablan en otros términos, como por ejemplo: efectos terapéuticos, poder, encuentros, invención, particularidad, singularidad, placer.
Son las terapias de lo “particular”, como lo denomino, se aborda al niño desde un método que no se orienta a lo normativo a lo Universal, que no tiene patrones, sino principios.
¿Cuál sería uno de los principios?
La posibilidad de leer al niño, en su propia construcción del espacio, en la relación con su cuerpo, en la relación con los objetos, con los otros y con el mundo.
Es decir, lo particular estaría definido por una construcción única, propia y específica del niño en el encuentro con el profesional.
Las palabras que nombran al sujeto y su padecimiento, no son sin efectos en el accionar del profesional, en tanto definen y ubican una perspectiva determinada. Un ejemplo de esto, sería el discurso pedagógico, sin que esto sea valorado como algo negativo, nombra al niño de determinada manera, lo define como “alumno”, esto no es sin consecuencias, ya que de él se espera, una manera de comportarse, de ubicarse en el espacio y tiempo escolar. Sentido y efecto van de la mano.
Desde estos dos campos, lo terapéutico estaría definido de manera diferente:
En la terapia de lo normativo, nombra lo que hay que tratar, a priori, siguiendo un protocolo; lo cual es lógico, dado que se orientan a lo universal-normativo.
En lo particular, se espera del paciente, efectos terapéuticos, no se dirige voluntariamente a ellos, sino que abre un espacio a la invención del sujeto, tiene un presupuesto fundamental, que el sujeto ya se las arregla de alguna manera para estar en el mundo; desde ahí opera, se orienta, para que pueda producirse, por ejemplo un pasaje, una transformación, una transmutación de lo que al niño lo desregula a poder pacificarlo.
El psicoanálisis, tiene esta orientación, el tratamiento estaría sujeto a la definición para cada uno, de lo que hay que tratar; es decir, intentaría responder a la pregunta: ¿de que sufre ese niño?
Todo esto, para mí, no es sin la inclusión de los papás en este proceso, así como también, si lo desean, poder acompañarlos en un espacio que los incluya a cada uno de manera individual o como pareja.
Por suerte, el psicoanálisis de orientación lacaniana, ha logrado desprenderse de ciertos prejuicios que no nos permitía, hace algunos años, acompañar de la buena forma a los padres. Un ejemplo de esto, era considerar, por parte de los analistas, que los niños: “son como son, por sus padres o más específicamente por su madre”. Lejos de esta valoración estamos.
El criterio que les propuse, intenta producir como efecto un posible ordenamiento que espero, pueda ayudar sobre todo a los papás.
En mi caso como psicólogo practicante del psicoanálisis con orientación lacaniana, tengo en consultorio niños, que los padres eligen dos terapias posibles, una se ocupa de lo normativo, la propuesta cognitivo conductual y la otra a lo particular-singular, la psicoanalítica.
¿Cómo es posible esto? es muy sencilla la respuesta: es que nos ocupamos, abordamos y tratamos cosas diferentes de manera diferente.
En mi caso, a veces incluyo otra propuesta terapéutica, en la misma línea, que pueden ir en conjunto con el consultorio, produciendo efectos muy positivos, que es el trabajo dentro del agua, lo llamo dispositivo analítico acuático.
Para concluir:
No considero el autismo como una enfermedad, lo pienso como una manera distinta de ser humano, que sostiene una posición determinada frente a la experiencia y las vicisitudes de la vida.
El psicoanálisis ofrece un encuentro de lo potencial, que abre la brecha de la invención del niño, se trata entonces, de explorar y acompañar este recorrido, en la construcción de un mundo habitable para él.
Lic. Homero Arnold