Es una experiencia de la palabra, donde participan el paciente y el analista en una misma sesión. El paciente habla de su angustia, sufrimiento, de sus síntomas. Es decir, lo que lo trae al análisis, está hecho de cosas dichas al sujeto que le hicieron mal y cosas imposibles de decir que lo hacen sufrir.
Lo que el analista va construyendo, es una traducción de esa lengua particular del inconsciente, que cada sujeto trae y desconoce, origen de su padecimiento. Produciendo efectos terapéuticos.
Etapa de transición
a la adolescencia.
En esta etapa vital pueden surgir ciertas dificultades.
Convivencia.
El encuentro con niños, en el espacio acuático, nos orienta, nos lleva, nos empuja hacia lo más particular de cada niño. Es decir, la posibilidad de leer al niño, en su propia construcción: del espacio, en la relación con su cuerpo, en la relación con los objetos, con los otros y con el mundo.
En la actualidad el psicoanálisis, no es único y homogéneo; luego de la muerte de Freud, sus discípulos formaron distintas escuelas que ofrecen diferentes lecturas y prácticas de lo que denominamos “la clínica psicoanalítica”.
¿Un niño elige? ¿Un niño es responsable de lo que elige? Comienzo planteando la pregunta por los niños, ya que es una época, donde se los ubica como protagonistas de decisiones, que nuestros padres probablemente ni siquiera hubiesen imaginado discutir.
Políticos, periodistas, ciudadanos, psicoanalistas, hablamos de ella… pero, ¿A partir de que, podemos afirmar la existencia de la sociedad como un todo?
